Nota: Este artículo de mi autoría fue publicado originalmente en Familias.com
Platicando con una amiga que tiene todas las características que una mujer moderna estaría encantada de poseer (ya que es bella, inteligente, talentosa, exitosa, felizmente casada y sin hijos), pude ordenar mis ideas sobre lo que muchos consideran incompatible: la maternidad y la vida profesional.
El lado opuesto de su caso es el de otra amiga, quien ha estado en casa durante años, al cuidado de sus hijos y viendo pasar la vida frente a ella, sin sentirse jamás realizada y productiva. Esta es la situación de muchas mujeres, que por amor renuncian a crecer profesionalmente y a encontrarse a ellas mismas en el desarrollo de sus talentos y capacidades.
En mi caso, la maternidad llegó por sorpresa cuando me encontraba alejada del camino de Dios. Al convertirme en madre soltera, lejos de mi familia y de mi país, mis habilidades se habían puesto a prueba hasta el extremo. No solo tenía sueños por cumplir, sino que ahora una hermosa personita dependía de mí.
Gracias a mi nueva motivación, crecieron de forma exponencial todas mis capacidades. Desarrollé talentos que desconocía, me volví fuerte, valiente, entusiasta, paciente y creativa, lo que resultó en mejores oportunidades laborales. ¡Nada se comparaba con ser una mamá profesionista!
Ahora ya casada, siendo madre de cuatro hijos y después de renunciar a mi trabajo para dedicarme a mi familia y al apostolado, creo comprender qué es lo que lleva a las mujeres a rechazar el don precioso de dar la vida, o a no disfrutarlo, si deciden aceptarlo.
¿Maternidad vs Profesionalismo?
Hoy muchas mujeres estudian una carrera, obtienen maestrías y doctorados, se destacan en los negocios, la política, la ciencia, etc. Los roles que vemos ahora han ido cambiando respecto a los de antes. Muchas mujeres ya no sueñan con casarse y tener hijos, para no renunciar a todo lo que podrían llegar a ser; por otra parte, quienes lo hacen a veces sienten que esa renuncia es frustrante.
Esta realidad nos está llevando a que en muchos casos los hijos sean percibidos como un impedimento para nuestro crecimiento profesional, lo que resulta en dos nuevos conflictos. Por un lado, la posibilidad de que una mujer que decida no tener hijos tenga un vacío interno que ningún éxito profesional logre llenar, porque no puede suprimir su naturaleza maternal; por otro, pensar que una mujer que no se realiza profesionalmente, se siente incompleta y con una autoestima vulnerable, porque posee capacidades que no puede desarrollar. ¡Los dos extremos nos hacen daño!
Toda mujer puede tener una familia y una profesión
Para poder sentirnos plenas y felices necesitamos encontrar un justo medio. Por lo tanto, te animo a que si eres profesionista, ¡no renuncies al don sublime de la maternidad! Ten la absoluta certeza de que puedes compaginarlo todo. Si eres ama de casa, te aliento a que no renuncies a crecer profesionalmente. Es fundamental para tu realización y en ambos casos, todo depende de ti. Comparto contigo algunas ideas que quizá te ayuden en el camino de ser una mamá que también busca su realización fuera de casa:
1. Prepárate académicamente
El matrimonio y la maternidad implican algunas renuncias, por lo que idealmente la mujer debería prepararse académicamente antes de formar un hogar. Sin embargo, también hay mujeres que inician su vida profesional cuando ya son madres y esposas, lo cual no deja de ser difícil, pero posible y muy edificante.
2. Realiza actividades gratificantes fuera del hogar
Pienso que las mujeres más felices y más productivas, son aquellas que tienen actividades fuera del hogar, aunque se dediquen principalmente a éste. Puede ser que estudies una carrera, tomes algún curso que te guste, hagas trabajo comunitario o impartas clases sobre algo en lo que seas muy buena. Es muy saludable realizar actividades que se traduzcan en bienestar y reconocimiento fuera de casa.
3. Los hijos no deben ser un pretexto
Pasar tiempo lejos de los hijos de vez en cuando, es perfectamente saludable para todos. No dejemos que el miedo de compartir su cuidado nos impida tenerlos o dejar de crecer.
4. Encuentra qué te hace feliz y trabaja en ello
Encontrar lo que nos hace felices y esforzarnos por conseguirlo nos hace mujeres más plenas, por lo tanto, mejores madres y esposas. Esto no implica que abandones a tu familia, sino que al dedicarte al cuidado de tu familia, ¡no debes abandonarte a ti misma!
5. No te desconectes del mundo
Piensa en esta analogía: cuando viajas con un pequeño en avión, se te pide que en caso de emergencia, primero te pongas la mascarilla de oxígeno tú, y luego al niño. Esto es porque primero debes asegurar tu bienestar para entonces poder procurar el bienestar de otros, que dependen de ti. ¿Cómo puedes asegurarte de tener siempre el oxígeno necesario para poder ser útil a los demás? ¡No desconectándote! Es decir: Sigue estudiando, únete a un club, crea un blog, haz trabajo voluntario, dedica tiempo a tus hobbies, lee sobre temas de tu interés, haz apostolado, etc.
Cualquiera que sea tu caso, lo más importante es que no renuncies: no renuncies al don divino de la maternidad, no renuncies a tu crecimiento personal y no renuncies a ti. Recuerda que si te decides, lo puedes tener todo.