Una mayoría considerable de niños con los que he tenido algún intercambio, especialmente cuando conocen a mi familia numerosa, o cuando me han visto con alguno de mis bebés en brazos, me han dicho: “Yo también quisiera un hermanito(a)”.
¡Claro! Un hermanito es una alegría! ¡Un bebé es una bendición! ¡Un regalo de Dios! Los niños ven claramente, el don que representa un pequeñito en una familia.
Y cuando me comparten ese deseo de su corazón, siempre les pregunto: “¿Y qué dice tu mamá?”
Sus respuestas siempre me entristecen. Van desde un “Ni lo mande Dios”, hasta un “Ay no, qué flojera”.
Y así podemos seguir con ejemplos:
• No digas tonterías
• Los niños son mucho trabajo
• Son muy caros
• No tengo paciencia
• Qué horror, no gracias
• Qué difícil
• Qué cansado
• Tendrías que compartir tu cuarto (como si eso fuera algo terrible)
Etc., etc., etc.
Recuerdo a una compañera del trabajo hace algunos años, que nos platicaba con cínica gracia, cómo le había contestado a su hijo, cuando éste se atrevió a pedir un hermanito: “No gracias, los niños son una carga económica, TÚ ERES una carga económica“. Mientras se reía a carcajadas.
Independientemente de las razones graves (o no tan graves) que tengas para no tener otro bebé, ¿qué mensaje le estás dando a tus hijos?
A los niños indirectamente les estamos diciendo que ellos mismos son: una carga, mucho trabajo, una dificultad, una cruz, una desgracia.
De igual forma cuando vivimos nuestra maternidad quejándonos, o siempre de mal genio, o estresándonos por todo.
Los niños van elaborando su criterio a través de sus vivencias: “Mi mamá vivía enojada”. “Mi mamá decía que otro hermanito sería un problema más”. “Los hijos nos arruinan la vida”. “Yo nunca voy a tener hijos”.
¿Nos estamos dando cuenta papás, de cómo estamos formando a nuestros niños? ¿Y si mejor tratamos de darles respuestas y ejemplos más amorosos?
En nuestro caso, todos saben de nuestra apertura a la vida, y la alegría con que recibimos a cada uno. Cada vez que hablan de tener otro hermanito, simplemente decimos: “Sería hermoso, hay que pedírselo a Dios”. Si la conversación da para más, platicamos de posibles nombres, cómo nos acomodaríamos en casa, qué necesitaríamos, etc. Y siempre nos aseguramos de hacerles saber, que desde que ellos estaban en la pancita de mamá, fueron muy, muy amados y esperados.
Y no, no somos muy virtuosos, ni ejemplares, ni muy sabios. Simplemente Dios nos ha ayudado a ver desde la óptica de un niño, lo hermoso que es sentirse anhelado, y lo increíblemente maravilloso que es, recibir otro hermanito, como un regalo del cielo y como una respuesta a sus oraciones.
(Esta es la Barbie de Gianna que me encontré amamantando a su bebé. Tengamos cuidado con lo que hacemos y decimos. Los niños nos están observando).