Nuestra Emergencia de Anoche

¡Gracias!

Antes que todo, gracias infinitas a todos los que intercedieron por nosotros anoche, durante la hora más angustiante de toda nuestra vida. 

Lamento lo largo que se volvió este escrito con tantos detalles. Creo que mi corazón todavía está buscando formas de desahogar tantos sentimientos.

Comienza la pesadilla

Les cuento que todo empezó con una tarde tranquila de domingo. Nuestros hijos mayores, Sara y Daniel, tenían práctica de voleibol en la escuela. Gianna tenía clase de ballet en otro lugar. El horario de todos era un poco complicado así que Daniel papá se encargaría de llevar a Giannita a su clase, y yo me iría con el resto de los niños en la camioneta para llevar a Sara y a Danny al voleibol. 

La práctica de Sara era de 2:15 a 3:30 pm. Así que nos quedamos en el estacionamiento esperándola durante 75 minutos. Una espera muy larga para 3 niños inquietos en un automóvil. Afuera estaba frío y los columpios y resbaladillas de la escuela estaban mojados. La práctica de Danny empezaba a las 4:30 pm. Así que cuando regresó Sara al carro, fuimos rápido a comprar pretzels para todos y regresamos a la escuela para dejar a Danny. 

No planeaba quedarme una hora y quince minutos más, tratando de entretener niños desesperados en el vehículo de nuevo, así que decidimos ir a comprar nuestros ingredientes para el Día de Acción de Gracias en un supermercado cercano. 

Una hora y diecisiete minutos después, regresamos a recoger a Danny de su práctica, pero él ya no estaba, ni sus amigos tampoco. Adentro del gimnasio había otro grupo de niños jugando voleibol. Cuando preguntamos a los encargados, nadie había visto a Danny después de las 5:30 (su práctica era 15 minutos más corta que la anterior, algo que no supe hasta entonces). En ese momento empezó nuestra pesadilla. 

¡Qué hacemos!

Salí de la escuela sin saber qué hacer. Afuera ya estaba completamente oscuro y frío. Fuimos al estacionamiento trasero, al área de juegos, al campo de fútbol, adentro del edificio, a los baños, a los jardines, a la iglesia… y nada, Danny no estaba por ningún lado. 

Le llamé a mi esposo para decirle lo que estaba ocurriendo. Me dijo que yo debía esperar en la escuela por si Danny estaba por ahí y decidía regresar a la puerta principal del gimnasio. Él tendría que esperar en casa por si llegaba con la ayuda de algún amigo. Danny no tiene teléfono, y nunca nos aseguramos de que se memorizara nuestros números (¡terrible error!). 

Mi angustia iba en aumento con cada minuto que pasaba. A Sara, mi ángel, mi niña brillante, después de haber bajado varias veces del vehículo para ir a buscar a su hermano por cada rincón de los jardines de la escuela y de la iglesia, se le ocurre que debemos ir a buscar a sus amigos a las casas de los alrededores. ¿Y cómo vamos a dar con ellos? le pregunté. “¡Tocando puertas!”, me dice. 

La idea francamente me parecía infructuosa. ¿Quién va a querer abrirnos a estas horas y en esta oscuridad? ¿Y por dónde comenzar? ¡Era como buscar una aguja en un pajar! Pero yo ya estaba entrando en estado de pánico, así que no se me ocurría nada mejor. 

Cosa de Dios

En las dos primeras casas, no tenían ni idea de dónde podrían vivir niños de 4to año de primaria, que jugaran voleibol en la escuela de enfrente. A mí ya me rodaban lágrimas de desesperación. Los minutos seguían pasando. 

De pronto Sara ve una casa con la cochera abierta, todas las luces prendidas y con varias bicicletas de niño. Me dice: “ahí vive de seguro alguien que conoce a Danny”. Se baja del vehículo para ir a tocar la puerta, y se encuentra a tres familias adentro. ¡Todos compañeros de Danny! ¡Todos del equipo de voleibol! Ahí también en esa reunión, estaba una maestra de la escuela. ¿Cómo dimos con ellos? No tengo ni la menor idea. Fue algo tan inverosímil que solo podía ser cosa de Dios.

Todos a ayudar, ya viene la patrulla

Cuando Sara les explica la situación, salen de la casa tres vehículos a toda prisa para ayudarnos a buscar a mi niño por las calles cercanas. La maestra y otra mamá se dirigen a la escuela con llaves para abrir cada puerta y ayudarnos a seguir buscándolo adentro del edificio. Sara entra con ellas. Yo me quedo en el estacionamiento para dar aviso a la policía. 

La llamada telefónica suena más o menos así:

  • “911 ¿Cuál es su emergencia?” 
  • “Necesito por favor una patrulla, mi hijo se perdió saliendo de su práctica deportiva afuera de la escuela. Nadie lo ha visto desde las 5:30. Tiene autismo, solo viste short y playera. Ya hay varios vehículos buscándolo. Necesitamos ayuda”. 

Después de preguntarme toda la información importante (nombre, edad, estatura, complexión…) me dicen que debo esperar donde estoy. Ya viene la patrulla en camino. 

Salen tres maestras de la escuela para decirme que revisaron cada rincón y cada baño. Danny no está adentro. 

Una de ellas está coordinando a las familias que nos están ayudando a buscarlo en sus vehículos. Ella les proporciona nuestra dirección para que sigan la ruta que Danny seguiría para regresar a casa. Ya se han unido más maestras y más familias a la búsqueda. Me dicen que el padre Ben, quien fuera sacerdote de la escuela, está orando por Danny y por nosotros. 

Yo sigo esperando a la patrulla. Después de largos, larguísimos minutos, decido llamar de nuevo al 911. “Por favor, seguimos esperando a la patrulla, mi niño sigue extraviado”.

Por el espejo retrovisor por fin veo que se acerca un patrullero. Se pone a un lado mío y me pide de nuevo la descripción de Danny. Con lámparas de gran alcance, trata de iluminar todo a nuestro alrededor pero no hay rastro de Danny.

Danny no aparece

La maestra que está coordinando a todos, después de dar algunas vueltas en su vehículo, regresa sin noticias. Buscó por todos lados, mi Danny no aparece. Cada minuto que pasa, hace más y más frío. Yo solo me imagino a mi niño más y más lejos, las lágrimas ya no me dejan ver ni pensar nada. ¡Qué más podemos hacer! 

Mientras esta maestra está tratando de tranquilizarme, suena su teléfono varias veces. Todos están buscando activamente pero no pueden encontrarlo.

Si Danny ha decidido emprender el camino a casa solo, le esperan tantos peligros que solo de pensarlos, me muero de angustia y desesperación. Muchas de las calles están totalmente oscuras, no hay banquetas, tiene que atravesar avenidas con un tráfico terrible (incluyendo un highway con un límite de velocidad de 55 millas por hora).

Nosotros vivimos a las afueras de la ciudad. Llegar le tomaría al menos dos horas y treinta minutos en esa oscuridad y ese frío ¡tal vez mucho más! Danny es tan desorientado como yo. Dudo que pueda recordar todo el camino hasta la casa.

Para entonces, todas las historias de terror de niños desaparecidos o atropellados, me han pasado por la cabeza, una por una, incluyendo la de una compañerita de Sara de su antigua escuela y una sobrina muy amada de un amigo, cuyo cuerpo fue encontrado en un basurero días después de su desaparición.

La patrulla comienza a alejarse para emprender la búsqueda, ya han regresado otros carros sin haber podido encontrar a Danny. Algunas maestras ya están de regreso también. Siento que ya no puedo más con la angustia.

No hay noticias, mi mente corre

Le llamo a Daniel para mantenerlo al tanto. Él está afuera de la casa con la esperanza todavía de que Danny llegue con la ayuda de los papás de algún amigo. Le digo que esa posibilidad ya es muy remota, porque ya han contactado a todas las familias de los niños que estuvieron jugando voleibol con nuestro hijo y nadie sabe nada de su paradero. Son casi las 7:00 de la noche, dos horas y media después de haberlo dejado en la puerta de la escuela. 

Ya le pedí a su ángel custodio que no lo suelte, a San Miguel Arcángel que lo cuide de todo peligro, a mi Señor que Danny regrese sano y salvo. Pero mi mente corre demasiado rápido. Solo me imagino lo peor. 

Las lágrimas se transforman

El teléfono de la maestra suena de nuevo, ella comienza a hacer señas de alegría. ¡Lo encontraron! ¡Encontraron a Danny! ¡Ya vienen con él de regreso!

Estaba en una gasolinera, muerto de miedo y de frío. Llegó ahí después de caminar por más de una hora. ¡Ya lo tienen! ¡Ya viene mi niño de regreso! GRACIAS DIOS MÍO, GRACIAS. Las lágrimas de angustia ahora son torrentes de alegría.

Le doy el teléfono a Sara para que le llame a papá y le diga que Danny está a salvo, mientras le gritamos a la patrulla y le hacemos señas para que vuelva. Le damos la buena noticia. Yo apenas me puedo bajar del carro.

Entre los nervios y el embarazo tan avanzado, apenas me sostienen las piernas. Les doy las gracias por haber acudido a mi llamada. Ellos me dicen que ya había otras 6 patrullas buscando a Danny por cada calle cercana a la escuela. Todos los que iban volviendo a la escuela me confirmaron que así era, que había patrullas por todas partes.

El oficial de policía me dice que se quedará en el estacionamiento hasta que regrese Danny y lo tenga conmigo, para asegurarse de que esté bien. 

Minutos eternos, mi niño temblaba

Los minutos se me siguen haciendo eternos mientras esperamos a la familia que lo trae de regreso. ¡Por fin llegan! Danny se baja corriendo del carro a abrazarme, llorando con tanto sentimiento, que apenas y puede hablar. “Lo siento mucho mami, perdóname, no te vi y no sabía qué hacer”.

Su boquita estaba morada por el frío, no dejaba de temblar. No sabía si yo estaba tratando de consolarlo, o él a mí, pero los dos estábamos casi sin poder hablar. Por fin el alma me vuelve al cuerpo.

Nos acercamos a cada vehículo y a cada maestra para agradecerles toda su ayuda y todo su apoyo (nadie se movió de allí hasta que llegó Danny). De no haber sido por ellos, no habríamos podido encontrarlo. Solo Dios sabe los peligros que le esperaban a mi niño.

Su condición de autismo nunca le ha impedido ser un buen estudiante y un gran amigo, pero a veces toma decisiones incomprensibles para todos. Tenemos tanto que aprender en este arduo camino de ser padres. 

Dios es muy bueno

Danny está de regreso sano y salvo y nuestros corazones se desbordan de gratitud y alegría. 

¡Cuántos ángeles nos enviaste Dios mío! Gracias por amarnos tanto en tantas personas tan generosas. 

Mi aprendizaje

En esta dura experiencia aprendimos que no debemos asumir que los niños saben qué hacer en situaciones complejas.

Sara siempre ha tomado decisiones muy juiciosas. Siempre nos espera si hay algún retraso o contratiempo, conoce nuestros teléfonos desde muy pequeñita, sabe que no debe moverse si algún día nos perdemos de vista. Pero Danny, ¡creo que nunca hemos hablado con él de estos temas!

Él es un niño muy inteligente y lee muchísimo, ama ver documentales y se fascina con la historia. Es un pequeño genio en otros sentidos. Conoce de tantos temas y guarda tantos datos en su cabecita, que es como una enciclopedia viviente.

Pero ayer nos dimos cuenta de que nunca habíamos hablado de cosas tan básicas como su seguridad personal. Simplemente asumimos que actuaría igual que su hermana mayor. ¡Qué lección tan grande la de anoche!

El Hijo Pródigo

Regresando a casa, llegó una amiga muy querida a traernos cositas para la próxima llegada de Fátima Lucía. Con ella nos desahogamos un poco por todo lo que habíamos vivido. Después rezamos con los niños con una gratitud que no conocíamos. Danny nos leyó de su Biblia, por iniciativa propia, el pasaje del Hijo Pródigo (sabe perfectamente dónde encontrar sus pasajes bíblicos favoritos). La Biblia es uno de sus libros entrañables, es un ávido lector del Nuevo y el Antiguo Testamento. ¡Tengo tanto que aprender de él!

GRACIAS

No nos queda más que darles, amigos queridos, las gracias infinitas por todo su amor y sus oraciones. No sé qué habríamos hecho sin ellas, o cómo habría terminado esta historia. Gracias de verdad con todo nuestro corazón.

Gracias porque a pesar de no contar con los detalles, estuvieron al pendiente de nosotros, y muchos de ustedes, se comunicaron de varias formas. Discúlpenos por tardar tanto en contestar. Mientras se desarrollaban los hechos nos teníamos mucha información que compartir, y al regresar a casa, tardamos mucho en procesarlo todo. Anoche dormimos poco, muy poco.

Todavía Danny nos está compartiendo detalles de su travesía, como el hecho de que hoy se fue a la escuela con los zapatos empapados, porque el camino estaba tan oscuro que se metió a varios charcos. También que atravesó una calle corriendo porque un perro le salió al encuentro y se llevó un gran susto.

PD. Hoy fui al médico. Estoy bien y Fátima Lucía también. Ella listísima para nacer. Cabeza abajo. En menos de tres semanas estará en nuestros brazos si Dios quiere. 

GRACIAS DE NUEVO POR TANTO.

¡Señor, ayúdanos a ser buenos para merecer TODO lo que nos das!

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