Artículo extraido y traducido del sitio web www.chastity.com
Autora: Crystalina Evert
Fecha de la Publicación: Mayo 12, 2014
Hace varios años, el sacerdote que concelebró mi boda (P. Louis Solcia) me sugirió que hiciera algo que no había hecho desde el día en que me convertí en esposa: usar velo en la iglesia.
Siempre había considerado que el velo era una tradición pasada de moda, reservada para las piadosas ancianitas. Para ser franca, mi primer pensamiento fue: “De ninguna manera. ¿Qué pensará de mí la gente? ¡Seré la única persona menor de 80 años usando velo! “
Comencé a preguntarle a Dios por qué me pedía esto, y luché con la idea en mis momentos de oración. Lentamente dejé a un lado mis objeciones y me pregunté: “¿Por qué todas anhelamos usar un velo para nuestra Primera Comunión y soñamos con usar uno el día de nuestra boda, pero nos avergüenza la idea de usarlo en cualquier otro momento?” En ambos casos, estamos cubiertas con un velo cuando caminamos hacia nuestro novio terrenal o celestial.
Pensé: “Cuando se trata de mi vestimenta, ¿cuál es la diferencia entre mi ropa del sábado y lo que me pongo para la misa del domingo?” Cuando me presento ante el altar de Dios ¿no debería haber una diferencia? Después de todo, es posible usar “mi mejor atuendo” para cualquier reunión formal, pero no haría lo mismo con un velo.
Finalmente, a pesar de las inseguridades que me atormentaban, me puse un velo y entré a la iglesia. Para mi sorpresa, sentí una sensación de paz inmediata. Pronto, lo que llevaba en la cabeza me hizo revaluar qué tan apropiado era el resto de mi guardarropa. Después de todo ¿cómo puede una mujer cubrirse la cabeza sin cubrir apropiadamente el resto de ella? Me volví más consciente de mis acciones y oraciones. El usar velo me recordó que estaba en un lugar santo y en una presencia santa.
El velo renovó mi sensibilidad hacia lo sagrado. Aunque ya sabía que cada iglesia era la morada de Dios, sentí una comprensión más profunda de que Él quería conversar conmigo. Yo quería ser más una mujer de Dios.
Estas inclinaciones internas me llevaron a querer saber más sobre el velo. Aunque todavía estoy aprendiendo su significado teológico, me atrajo el hecho de que San Pablo había dicho que las mujeres debían cubrirse con un velo “por respeto a los ángeles”. Me sorprendió saber que las tres esquinas del velo representan a la mujer bajo la protección de la Santísima Trinidad.
Me intrigó especialmente leer cómo las feministas en la década de 1960 exhortaban a las mujeres a “quitarse las insignias de esclavitud hacia los hombres y deshacerse de su velo”. El velo no representa mi esclavitud hacia los hombres, por el contrario, como afirmó Alice Von Hildebrand, “el cuerpo femenino debe estar cubierto con un velo porque todo lo que es sagrado debe cubrirse… El velo indica santidad y es un privilegio especial de la mujer poder entrar a la iglesia con un velo”.
A veces es difícil porque siento que soy la única en la iglesia que lleva uno puesto. En esos momentos me pregunto: “¿Por qué estoy haciendo esto?” Pero me doy cuenta de que no soy la única. Hillary Clinton usó uno cuando se reunió con el Papa Juan Pablo II, al igual que Michelle Obama durante su reunión con Benedicto XVI. A pesar de sus políticas públicas nada católicas, cubrieron sus cabezas. Si se cubren con un velo cuando están en presencia de humanos para mostrar reverencia ¿por qué yo no puedo hacer lo mismo en la presencia de Dios?
Cuando uso un velo, no me estoy creyendo más santa o más agradable a Dios que las que no lo usan. Después de todo, Dios mira nuestros corazones por encima de todo. Lo único que te digo, es que si estás considerando usar uno, no tengas miedo. No eres la única, y a veces, otras mujeres simplemente necesitan ver tu valentía para seguir tu ejemplo. Dios no nos dio un espíritu de temor, sino que nos ofrece su valor para levantarnos y ser una luz para los demás.
Aunque hay mucho más que decir, les dejo estas tres citas de otras mujeres que han experimentado bendiciones con el uso del velo:
“Creo que llevar el velo es un hermoso símbolo exterior del reconocimiento de la feminidad y su distinción de la masculinidad. Usarlo me ayuda a crecer en virtud, en modestia, en humildad y en una auténtica feminidad “.
“Puede ser que la gente me vea, o me juzgue, y no, no soy perfecta. ¡Pero ninguna de estas razones será suficientemente fuerte para evitar que muestre mi amor y respeto a Dios!”
“Llevo un velo porque mientras estoy en la presencia de Dios, deseo ocultarme de todos menos de Él. El velo me recuerda que estoy allí para Él”.
Traducción y adaptación: María
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