Que tu esposo(a) sea siempre tu prioridad. Sin él (ella) no tendrías una familia, un hogar, tus hijos, ni un futuro. El orden natural es así: primero Dios, tu cónyuge, tus hijos y después todo lo demás.
“Solo en el orden se alcanza la santidad”. La otra noche escuché esto durante la homilía de un sacerdote muy querido y muy santo.
Tus hijos algún día dejarán el nido. Cuando se vayan solo quedará lo que hayan construido entre ustedes.
Tu familia de origen deja de ser tu prioridad en el momento en que te unes en santo matrimonio: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”. No solo los dejas físicamente, también debes hacerlo emocionalmente.
Y así tu esposo(a) se convierte, no solo en tu familia, sino en tu mejor amigo y confidente, en tu compañero de camino y en tu principal apoyo.
El matrimonio es fuente de un gozo inmenso, con todo y sus pruebas y dificultades, pero sólo si tiene el orden diseñado por Dios.
Si tu matrimonio está bien, tus niños estarán bien y tu entorno estará bien. Dios te confió a ese compañero(a) para ayudarlo a llegar al CIELO y para que él (ella) haga lo mismo por ti.