Los Milagros de David

Amo con locura a cada uno de mis niños, pero a este hijo lo amo con locura y con ternura.
Amo cuando puede ser él mismo, especialmente cuando viene su terapeuta y debido a su vocación y a su experiencia con niños especiales, se nota que ella lo disfruta tanto como yo.
Es ahí donde él está en ese mundo mágico en que puede ser David sin que nadie lo quiera corregir o “arreglar”. Es entonces cuando a todos nos cautiva con sus pláticas interminables. Algunas comienzan con el comunismo en Corea del Norte, continúan con Bukele y sus estrategias para controlar el crimen y las pandillas en El Salvador, y terminan con el problema ético de la creación de embriones, que acaban congelados con almas eternas atrapadas en ellos.
David es especial, nos lo dijeron desde que era muy chiquito. Nosotros teníamos nuestras sospechas porque no dormía, solo lloraba. No sabíamos cómo consolarlo. No teníamos idea de que tal vez le molestaban las texturas de la ropa, o los cinturones de seguridad de su silla para el carro, o los sonidos, las luces y otros estímulos externos.
David siempre tenía su boquita abierta, y siempre estaba empapado porque no sabía cómo pasar la saliva. Había que cambiarlo varias veces al día.
Pasaba el tiempo y nuestro bebé no hablaba, no se movía mucho, ni siquiera podía voltearse si lo poníamos boca abajo o viceversa. Era un niño extrañamente tranquilo, nunca pudo gatear y tardó mucho en sostenerse en sus piernitas para poder caminar.
Cuando todos los niños del kinder ya corrían y jugaban a su alrededor, mi David estaba sentado siempre en una esquina jugando solito.
Necesitó todo tipo de terapia: física, del lenguaje, ocupacional, de desarrollo y de comportamiento. Tuvo que aprender a hacer cosas básicas que otros niños hacen sin dificultad, como comer, soplar, tragar saliva, respirar por la nariz, guardar el equilibrio, dar un paso y después el otro, subir y bajar escaleras, etc. Nadie creería que ahora es un gran nadador, anda en una enorme bicicleta de montaña ¡y hasta corre maratones!
David también es especial en muchos otros sentidos. Es muy sensible al sufrimiento ajeno, a la belleza, a las experiencias espirituales, al respeto que se le debe a lo sagrado, busca con esmero lo armónico y lo estético, le encanta crear, construir, dibujar e inventar, tiene facilidad para el razonamiento matemático, tiene una memoria extraordinaria, experimenta el agradecimiento y la empatía a niveles más altos que otras personas más maduras, y le enternecen hasta lo más profundo los niños pequeños o con alguna discapacidad. ¡Se muere por tener más hermanitos y por ser un gran papá! David es realmente especial, tan especial como mi amor por él.
Verlo sufrir hoy durante su prueba para las alergias y su toma de sangre, me conmovió mucho. Y después verlo disfrutar tanto su merecida hamburguesa doble con papas, por aguantar con tanta valentía sus exámenes, me llenó el corazón de alegría.
Por supuesto que David trató de abogar por sus hermanos para que ellos también pudieran gozar de una comida así de grande, pero el presupuesto era apretado y solo él había tenido un día heroico. David y su empatía otra vez no veían límites.
Aún cuando le va mal en algún pleito, o es objeto de alguna injusticia, él es el primero en salir a defender a sus hermanos para que no tengan que sufrir penas muy severas. “Papi, no los castigues, no los regañes, ya los perdoné”. “Mami, también a Dani cómprale un helado, es mi hermano, yo lo amo, no quiero que se quede triste”.
A veces, por las cosas pequeñas (buenas o malas) que para cualquiera pasarían desapercibidas, David dice con naturalidad: “Dios es muy bueno con nosotros”, “Dios nos ayudó con esto”, “Dios nos concedió aquello”, “Dios nos va a arreglar tal cosa”, “fue Dios el que nos salvó de esto otro”.
Aquel día que salió a invitar a unos vecinos a recoger huevitos de Pascua a nuestro jardín, y una niña lo despreció con tanta crueldad, a mí se me rompió el corazón en pedazos (todavía lloro de acordarme). David en cambio, todavía reza por esa niña, todas las noches en cada Rosario, por su propia iniciativa, y también por aquella otra niña que vio en la tienda, en una silla de ruedas, con una bolsa de suero hace meses. Por las dos siente el mismo amor y empatía, y la misma necesidad de rezar por ellas en cada oportunidad. Este es mi santito en la tierra.
A veces la gente no lo entiende y no le tiene suficiente paciencia. Pero les puedo asegurar que si algún día alguien lo llegara a tratar con poca caridad o con poco amor, él no va a recordar a esa persona con resentimiento, él se va a acordar de rezar por ella todos los días. Así de grande es su corazón, así de especial es mi David.
Tanto lo quiere Dios, que acabamos de vivir una prueba de Su amor digna de gritarla a los cuatro vientos. Yo solo puedo definirla como un milagro.
Cuando regresó la enfermera a observar las reacciones alérgicas a todos los agentes que probaron en la piel de David, se quedó perpleja. “Wow, David. Eres alérgico a TODO lo que te pusimos en la espalda. Diste positivo a todo”, le decía a mi niño, mientras él se moría por rascarse después de varios minutos de aguantar esa comezón insoportable de la prueba. El rojo encendido de su piel y el tamaño de las ronchas, nos daban una idea de lo incómodo que se sentía.
Cuando el doctor vino a explicarnos sobre todas las alergias nuevas que salieron positivas en la prueba, él mismo no se explicaba, cómo es que nuestro hijo, no viviera con medicamentos diarios y cuidados extremos contra el medio ambiente.
David resultó alérgico al polen de cada árbol que existe en el mundo, al polvo, a todo tipo de pasto, al pelo de perros y gatos, y muchos otros animales, a todo tipo de nueces, y una lista enorme de cosas en el ambiente y en la vida cotidiana.
Yo le explicaba al doctor que David no solo es un niño perfectamente saludable, sino que no toma antistamínicos más que cuando tiene una pequeña reacción (que ocurren raras veces), y que juega todo el tiempo afuera, en el pasto, en el agua, en la tierra, que le encantan los animales, que vamos a nadar a un río con frecuencia, que corre, que trepa cada arbol que se encuentra y que vive una vida absolutamente normal. Que solamente se cuida de no comer cacahuates porque éstos le causan las reacciones más fuertes (ronchas, comezón, vómito, etc.).
El doctor se quedó con la boca abierta. En otras palabras nos dimos cuenta de que David es un milagro caminando, porque además tuvo un perrito por cuatro años, que jamás le causó un solo problema de salud. ¡David es sin duda uno de los consentidos de Dios!
Bueno, y todavía hay gente que no cree en los milagros. Teníamos la evidencia científica en la espalda de David y a un profesional médico que nos estaba diciendo que era imposible que nuestro hijo estuviera como fresca lechuga, dados los resultados CIENTÍFICOS de su prueba, y teniendo en cuenta la época del año en la que nos encontramos (con altísimos niveles de polen de árboles y pasto).
Pero a Dios le importa un comino lo que las pruebas científicas digan. El quiere que David sea saludable y feliz, a pesar del polen, y el pasto, y el pelo de su perro, y los gatos y los hamsters de sus amigos, y el polvo, y todo lo que hay en el ambiente y las alfombras, y que todo sea para Su mayor gloria. Y nosotros seguimos diciendo confiados y agradecidos: QUE ASÍ SEA. Fiat Voluntas Tua.
¡Gracias Señor por tanto y tanto que nos das!
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