El despertar
Hoy me siento como un sobreviviente, despertando a la orilla de la playa, a la mañana siguiente de un gran naufragio. Definitivamente ayer no fue el mejor día de nuestras vidas. Pero aquí estamos, tratando de ser fuertes, tratando de entender nuestros sentimientos, tratando de superar un nuevo duelo.
Esta es la historia de un nuevo bebé que deseábamos mucho y que esperábamos con gran alegría. Un bebé de esos que llaman “arcoiris”, porque llega a iluminar todo después de una tormenta. Otro bebé que llegaría en marzo, como el más pequeño de nuestros hijos, exactamente el día de San José.
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Queríamos anunciar nuestro embarazo el 30 de agosto, porque era el cumpleaños de papi y también la fecha en que habría nacido nuestra pequeña Raquel. Una fecha alegre y triste al mismo tiempo, pero que ahora traía una nueva esperanza para nuestra familia. La ilusión de una nueva vida, palpitante y llena de promesas, como todas las que han llegado a nuestro hogar.
Debemos reconocer que esta vez nuestra emoción era más cautelosa y más reservada, teníamos miedo de volver a sufrir lo que habíamos vivido apenas hace 6 meses.
Ocurre lo inimaginable
Pero otra vez, ocurrió lo impensable, un ultrasonido vacío, antecedido por muchas señales de alarma. Después de largas horas de espera en un cuarto de hospital, nos confirman la noticia: otro bebé se nos ha ido al cielo, dejando ese hueco en el alma, lleno de dudas, de incertidumbres, de tristeza, de porqués…
El día anterior había tenido un dolor fuerte, intermitente, en el lado izquierdo de la pélvis. El malestar y otros síntomas que ocurrían desde hace días, me hace buscar en internet y la respuesta más recurrente en el buscador me deja helada: “embarazo ectópico”, algo que puede poner en peligro la vida de la madre.
Al día siguiente, el dolor continúa y mi preocupación va en aumento. Tengo a los niños pequeños en casa, mi médico no puede recibirme el mismo día, además no hacen ecosonogramas en esa clínica, los ordenan en el hospital y tampoco se hacen el mismo día. “Tal vez pueda ir a donde se encuentra hoy la unidad móvil del Proyecto Gabriel para hacerme un ultrasonido”, pensé.
El Proyecto Gabriel es la organización provida para la que colaboro desde hace varios años, y donde he tenido la oportunidad de ayudar a muchas madres a rechazar el aborto.
No puedo encontrar ayuda
Manejé hasta el otro lado de la ciudad, solo para encontrar vacío el lugar de la unidad móvil frente al abortorio. Me indican que no teníamos consejera ese día, por lo que no pudo operar nuestro ultrasonido móvil esa mañana.
Llamo a otro centro de ayuda para la mujer, que al igual que nosotros, provee ultrasonidos gratuitos y me dicen que no pueden ayudarme, porque en el caso de un embarazo ectópico, ellos no pueden hacer un diagnóstico.
Llamo a la oficina de nuestra doctora provida, y su horario está lleno ese día, no puede recibirme hasta el viernes, me indica su asistente. Trato de enviarle un mensaje directo a su celular, pero no obtengo respuesta. Más tarde me llaman de su consultorio para indicarme que recibió mi mensaje pero que no debo dirigirme a ella por ese medio, que debo llamar a su oficina y pedir cita. Me siento triste, aturdida, abrumada, abandonada. ¿Por qué es tan difícil obtener ayuda en un día tan crítico?
En todos lados me dicen que debo ir a emergencias.
Una visita a la sala de urgencias en este país es peor que una película de horror. No solo por la espera de varias horas, sino por el costo descomunal que representa, aún contando con seguro médico. Hay gente que prefiere morir antes de meterse en ese lío.
Ángeles en mi camino
Inesperadamente me llama nuestra coordinadora del Proyecto Gabriel, se ha enterado de mi situación. Me dice que la enfermera va en camino a la oficina donde damos consejería a las mamás que están considerando abortar, para hacerme un ultrasonido. Al mismo tiempo me pregunta por qué no me había comunicado antes con ella. “Honestamente no quería molestar a nadie”, le dije, “pensé que podía obtener ayuda sin representar un problema para nadie”. “María, tú eres parte de esta organización, si tú necesitas ayuda vamos a dártela”, fue su amorosa respuesta.
Llegué lo más rápido que pude a la oficina con mis tres niños más pequeños. Gracias a Dios deciden portarse bien y cooperar. El ultrasonido que debía mostrar un hermoso bebé de 9 semanas y 2 días de gestación, y el latido de su corazón, está vacío, solo muestra una pequeña bolsa negra. Ahora sabemos que ir al hospital a la sala de emergencias es inevitable, debemos saber pronto si el bebé está atorado en una trompa, porque una ruptura podría causar una hemorragia severa.
Mientras manejo me comunico con mi tío en México que es médico, me indica lo mismo. Es importante confirmar la pérdida y descartar que sea un embarazo ectópico. Me da el número de un especialista amigo suyo, que me hace la misma indicacion, es importante ir al hospital por más pruebas.
Primero los niños
Los gemelos tienen que llegar a la escuela, ya es tardísimo y no han comido. Compramos una pizza en el camino y llegan a clases una hora tarde.
Después de dejarlos, tengo que manejar a toda velocidad para ir a la escuela de los niños grandes que están por salir, no hay tiempo de pensar en ir al hospital por ahora. Tengo que llegar a tiempo por ellos, y también tengo que darles la noticia: “Es posible que venga alguien a quedarse en la casa esta noche con ustedes, el bebé que esperábamos se ha ido al cielo, no sabemos si mami va a necesitar cirugía”. Hay muchas lágrimas en el camino de regreso a casa. Perdieron a una hermanita hace poco y ahora tienen que asimilar esta nueva pena.
Una hora más tarde llega el autobús escolar que trae a los gemelos de la escuela. Las maestras han mandado notas en sus mochilas indicando que un retraso como el de ahora no debe volver a ocurrir. Papi llega a casa dos horas después para quedarse con los niños. Después de que cenan todos ¡por fin puedo irme al hospital!
Mi pesadilla en emergencias
La espera es terrible. El primer ultrasonido no dice mucho, solo que el bebé no está donde debería. Más horas de espera y me hacen pruebas de sangre. Otras tantas horas después, me hacen un segundo ultrasonido más detallado. Más horas de espera y viene una doctora para decirme que no es un embarazo ectópico ¡gracias a Dios! Pero que hemos perdido al bebé y que debemos programar un legrado. Después de darme de alta y firmar varios papeles, salgo del hospital y camino hacia mi coche, eran las dos de la mañana.
Me siento vacía de emociones y totalmente exahusta, la oscuridad de la noche refleja el frío de mi alma. ¡Qué día más terrible! Me pregunto ¿qué nos quiere enseñar Dios con todo esto?
¿Qué lección nos está dando Dios?
Daniel y yo coincidimos, como siempre, como si nos leyéramos la mente todo el tiempo: Dios quiere que atesoremos aún más la vida de nuestros niños, que nunca dejemos de maravillarnos del milagro que es tenerlos, haberlos gestado, haberlos dado a luz, haberlos conocido, abrazado, tenerlos cada día con nosotros. Tal vez Dios quiere que pasemos más tiempo con ellos, que les dediquemos más horas de cuentos, de juegos, de rezos, de risas, a ellos y solo a ellos.
Es fácil después de haber tenido 5 niños saludables, olvidarnos que la vida es frágil y que cada segundo de su existencia es un milagro y un don inmerecido. Estas dos pérdidas tan grandes en menos de 6 meses, nos han sacudido hasta el alma, nos han hecho reaccionar de golpe.
Hoy dejé todo en segundo lugar y escondí mi tristeza para sentarme a jugar con ellos, a leer sus libros, a dibujar, a escuchar música, a abrazarlos y a decirles cuánto los quiero. Hoy a pesar de mi pena, no recuerdo haberme sentido tan feliz y tan libre de amar a mis niños en mucho tiempo. Hoy aprendí que el corazón de una mamá puede soportar una gran carga de tristeza y experimentar toneladas de alegría al mismo tiempo ¡benditos recovecos misteriosos del corazón!
Nuestro único pesar es no haber compartido nuestra noticia antes, porque todos habríamos tenido más oportunidad de celebrar esta vida, que fue tan breve y al mismo tiempo tan hermosa.
Gracias Señor por esta personita que nos ha enseñado tanto. ¡Gracias Señor por tanto que nos das!